martes, 29 de mayo de 2012

Leona


Su afición a la lectura había ido a más en el último mes. La semana pasada, sin ir más lejos, había terminado la friolera de quince novelas. Leía compulsivamente todo aquello que pasaba por sus manos: enciclopedias, periódicos, revistas, folletos y hasta las etiquetas del supermercado. La noche anterior, al colocar su actual libro de cabecera en la mesita, notó que sus uñas estaban más largas de lo habitual, su vello más crecido y su voz más ronca.

A la mañana siguiente, lo primero que hizo al despertar fue coger la novela y abrirla por donde señalaba el marcapáginas. Pero de repente se fijó en sus manos y se dio cuenta de que se habían convertido en afiladas zarpas. También descubrió que estaba cubierta de abundante pelo. Quiso gritar, pero en su lugar le salió un fuerte rugido. Trotó hasta el espejo. ¡Se había convertido en una leona! Sin perder tiempo, se abalanzó sobre el diccionario y leyó:

León,a: n. Que lee mucho. 

A continuación, hizo jirones la definición y la devoró con ansia, relamiéndose satisfecha.

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