Incurro obstinadamente
en tics kamikazes,
involuciono, me profano,
y me empeño en tropezar
repetidas veces
con la misma piedra,
contradiciendo el instinto de
conservación y supervivencia.
Como era de prever,
este poema y su autora
se autodestruirán en
5...
4...
3...
2...
1...
¡BOOM!
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